miércoles, 6 de enero de 2010

Desde aquel faro...


Si nuestro ser fuera tan sólo un alma inmortal sin necesidad de contacto humano, ni de alimento, ni de cualquier aliento material, y nos fuera asignada la elección del lugar desde el que ver pasar la eternidad, escogería el faro refugio de mi adolescencia.

Como si de un ciclo de quimérica perfección se tratara, cada mañana me embelesaría ante el tímido despuntar del alba, y cada tarde dejaría volar mi alma tras la búsqueda de los últimos suspiros del crepúsculo, en un infructuoso mas nunca cesante intento de envolver mi eternidad en su suavidad y calidez.

Si estuviera en mis manos escoger cómo deseo regresar siempre a aquel faro, pediría acudir con la misma capacidad de asombro que el primer día. Sólo así ante cada atardecer, ante cada irrepetible composición de luz, color y sombras, ante cada sublime detalle, podré sentir que el tiempo detiene su curso y que la felicidad se halla, sin ir más lejos, en un rincón de paz. En un faro al atardecer.

3 comentarios:

  1. pues yo si me tuviera que quedar toda la eternidad en el faro metería los pies en el mar para que me hicieran cosquillas las sardinitas.

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  2. Ruth, eres una maravilla!!

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