domingo, 14 de febrero de 2010

Sueños Rotos




Es increíblemente fácil hablar de los sueños rotos. Son abundantes, se encuentran por doquier, y de carácter sumamente variado. Es casi imposible intentar resumir sus motivos en unas pocas líneas. Sin embargo, hay un elemento crucial, inalienable, que los caracteriza: el dolor.

Los Genuinos Sueños Rotos se diferencian de Las Pequeñas Ilusiones Truncadas precisamente en la intensidad y duración de ese dolor. De hecho, Las Pequeñas Ilusiones Truncadas no duelen, molestan. Frases tan simples y castizas como “es lo que hay”, “qué le vamos a hacer” o “no todo puede salir bien”, son suficientes para consolar a quien sufre de alguna de ellas. Además, suelen acompañarse de un curioso fenómeno compensatorio: Pequeña Ilusión Truncada siempre va seguida de Pequeña Ilusión Realizada. O dicho de otra forma, la felicidad simple y menuda llega a pequeñas dosis.

Sin embargo, Los Genuinos Sueños Rotos son inconsolables. Y duelen. El dolor no debería ir acompañado de adjetivos que intenten mostrar su crudeza. La palabra dolor, por sí misma, debería ser el reflejo de todo lo que por añadidos se intenta perfilar, ya que para quien lo sufre, pretender describirlo como visceral, tremebundo, lancinante, desgarrador, insoportable, hiriente, inhumano, siempre es poco. Casi una falta de consideración.

Por añadidura, Los Genuinos Sueños Rotos, en contadísimas ocasiones, y no diré nunca porque una base de formación científica ha logrado limitar mi uso de esa significativa palabra de nuestro vocabulario, se acompañan de Grandes Sueños Cumplidos. No existe ni la equidad, ni las compensaciones. El dolor se convierte, entonces, en un modus vivendi.

Siendo casi una niña, leí una interesante anécdota (siento no recordar ni la fuente ni el autor) acerca de una joven soprano. Sus padres, que observaban cómo comenzaba a despuntar en el mundo de la lírica gracias a sus excelentes cualidades vocales, le preguntaron a su maestro si llegaría a lo más alto: “Seré sincero”, les respondió él, “No, nunca lo logrará, está destinada a la mediocridad", "¿Pero por qué?", preguntaron sus perplejos padres, "Porque su técnica y ejecución son excelentes, pero no ha sufrido lo suficiente como para poder plasmar el dolor en su obra y que dé fruto”.

Cuando alguien sufre solemos escuchar de quienes le rodean una retahíla de explicaciones a su dolor. “Ahora eres más sabio”, “cuando superes esto serás más fuerte, podrás enfrentarte a adversidades mayores y superarlas”, “piensa cuánto te ha permitido aprender esta experiencia”, “tranquilo, ahora que ya lo sabes esto no se volverá a repetir”, y el resignado y siempre misterioso, mi favorito, “todo sucede por una razón”, acompañado de “con el tiempo lo entenderás”.

Todo lo dicho es cierto, qué duda cabe. Y por supuesto, toda posible explicación apacigua a un ser desesperado. Es llamativa la forma en la que creemos cuanto consuelo nos digan en esos momentos. Todo cuanto antes, durante tanto tiempo se nos antojó fantástico y maravilloso, en apenas unos minutos, cuatro palabras bien intencionadas de un amigo nos conducen a pensar que, en realidad, no merecía tanto la pena. Y cómo deseamos creerlo.

Sin embargo, existe una duda que aún no he conseguido resolver. ¿Es realmente necesario sufrir? ¿Tan necesario como nos parece cuando nos aferramos a estos pensamientos? ¿O son tan sólo frases y anécdotas que la Humanidad ha interiorizado para intentar mitigar El Dolor?

Sea como fuere, y porque pensar lo contrario conduciría a un camino del que prefiero no conocer el final, he decidido aceptarlo. Acepto que El Dolor me hará un poco más sabia y un poco más fuerte (aunque decir algo menos ignorante y algo menos débil sería más justo), que quizás sea ésta la manera en la que, el día de mañana, podré superar algo distinto y peor, que lo que se aprende con fuego, a fuego queda grabado, por lo que (en principio), seré capaz de que no vuelva a repetirse y que, por supuesto, algún día –quién sabe cuándo, esperar forma parte del proceso de aprendizaje-, comprenderé La Razón.

Así pues, con sinceridad, doy las gracias a los Genuinos Sueños Rotos por cuanto me han aportado.

Maldita sea.

2 comentarios:

  1. Ruth, te dejo el siguiente link: http://rincondehenry.blogspot.com/2010/02/documental-nietzsche-y-el-sufrimiento.html, donde encontrarás un documental que descubrí unos días atrás mientras urgaba por las inmensidades de youtube. Se titula "Nietzsche y el sufrimiento". Ojalá en él puedas encontrar aunque sea un atisbo de solución a tu interrogante del sufrimiento.
    Saludos y prosigue con tus reflexiones que hacen tan bien al alma.
    Pd: varios amigos (as) míos han leído tus escritos, espero no te moleste, y todos han concluído que tienes una sensiblidad muy particular a la hora de expresarte, que escribes "super", etc.

    ResponderEliminar
  2. Es complicado saber qué responder a unas palabras como las tuyas, más aún cuando no las merezco, así que te daré las gracias con sinceridad.

    Gracias también por el documental, lo miraré con atención y te informaré del resultado!
    Saludos!

    ResponderEliminar