Tras la curiosa noticia, se podría afirmar que gracias a estos estudios disponemos, por fin, de la base científica para poder acudir a urgencias y expresar nuestro sufrimiento emocional, sin temor a sufrir por ello el menoscabo de las miradas despreciativas hacia los dolores menores.
- Doctor, se me ha roto el corazón.
- ¿Se le ha roto el corazón? ¿Y cómo es eso?
- Verá, doctor, antes me lo rompían o era yo mismo quien, harto de sus latidos acompasados y de sus sentimientos apasionados decidía acabar con él y resquebrajarlo en mil añicos. Con el tiempo, parecía recomponerse. Pero esta vez, doctor, esta vez ha sido diferente. Desconozco el cómo, y no comprendo el porqué, ni tan siquiera me he percatado del cuándo, pero se me ha roto. Lo siento ahí, dentro de mí, roto y descompuesto.
- Comprendo- asentirá el médico mientras comienza a anotar en la historia clínica algo parecido a “varón de 38 años que acude a urgencias por el corazón roto”-. Pero, ¿qué siente exactamente? ¿Presenta los mismos síntomas que en las ocasiones anteriores? ¿le duele?
- No, doctor. Esta vez es diferente. No siento dolor, al menos, no aquel dolor punzante que me impedía respirar. Es el dolor que queda cuando te arrancan algo. Es... ¿cómo explicárselo?
- Tranquilo, no hay prisa. Dígame, ¿qué siente?
- El vacío, doctor.
- ¿El vacío? Pero su corazón sigue estando ahí, más o menos roto, pero ocupando el espacio que le corresponde.
- ¿Usted cree? ¿Y si esta vez se han extraviado algunos fragmentos? ¿Y sin son piezas irrecuperables? ¿Y si mi corazón nunca vuelve a ser el que era? Este vacío es inmenso, sé que me falta algo.
- Entiendo.
Entonces, el médico nos inspeccionará, palpará, percutirá y auscultará pacientemente. No encontrará nada fuera de la normalidad, pero el historial de corazón magullado por causas vagas e imprecisas, con sintomatología de dolor y vacío le hará sospechar de alguna patología oculta y tal vez se decida por una analítica, un electrocardiograma, una placa de tórax y, quién sabe, quizás un ecocardiograma.
- Todo se encuentra dentro de la normalidad, regrese dentro de quince días para recoger los resultados de la analítica.
- Pero... ¿cómo va a estar todo normal? ¿y el vacío? ¿no ha notado algo hueco al explorar?
- Su corazón está ahí, no se preocupe – nos dirá con voz tranquilizadora mientras garabatea unos trazos ininteligibles en una receta-. Vaya a la farmacia y compre estos dos medicamentos. El primero es analgésico, para el dolor, tómelo a demanda, el tiempo que necesite, no más de tres comprimidos al día.. Del segundo tome un comprimido por la mañana y otro por la noche, durante diez días. Ayuda a juntar las piezas, a cerrar las heridas y hace crecer los fragmentos que se han perdido. También regenera las partes deterioradas con el tiempo.
- Vaya, y yo que pensaba que era el tiempo el que todo lo curaba.
- Y así es, pero no siempre. Tenga la receta, con un envase tendrá más que suficiente.
- ¿Es efectivo, doctor?
- El éxito en la curación está descrito en un 95% de los casos.
- ¿Y si yo formo parte del 5% restante?
- Vuelva, le daré más.
Y saldremos de allí con la cabeza un poco más alta que cuando entramos, gracias a la renovada esperanza. En tan sólo diez días se habrá llenado de nuevo ese vacío, en tan sólo diez días, con un comprimido por la mañana y otro por la noche, volveremos a ser los de antes. Sanos e imperfectos, pero con un corazón regenerado.
Se debería estudiar el efecto placebo en el dolor emocional.
“A veces pienso que el cerebro tiene envidia del corazón. Y lo maltrata y lo ridiculiza y le niega lo que anhela y lo trata como si fuera un pie o el hígado. Y en ese enfrentamiento, en esa batalla, siempre pierde el dueño de ambos”. David Trueba.
